martes, 12 de agosto de 2008

Oda al Atlsita de corazòn

"Con el atlas aunque gane"
Decía el buen García Márquez que el gran derrotado es el silencio. Me cae que silencio, así sin nadita de ruido, quiero escuchar, y ya. Nada más. Nada, caray. Después de la derrota de mi equipo, y no me da pena confesarlo, claro, mi equipo. ATLAS, que se escribe, así, en mayúsculas, y sé que es un asunto que debo cagar siempre, podría con letra de oro puro. Una lágrima, y sólo una, ha caído, pero es cosa común, es un asunto que cargo siempre, y cada atlista del universo sabemos, y sabemos más que cualquiera sobre la derrota constante, el fatalismo del vencimiento. El terno vencido. Ahí nos quedamos contemplando el vacío.

Variaciones

Variaciones
Variaciones
Carlos F. Ortiz
I
Contempla al vacío, pequeño, mira la noche con vértigo,
la tormenta tiene en el ojal un viento rojo
boca de salvaje animal que llora tu belleza.
Un juego donde nadie gana,
espejismo infantil al medio día.
Mientras se columpian frágiles las horas
en la infinita sonrisa de la tarde.
A cambio de qué el abismo atrae su mirada.
En el columpio del parque se balancea
con el chirridito del metal su infancia,
el motín de hormigas hacen travesuras en sus pies descalzos.
Da los mismo, canta en voz baja.
II
Casi todo le da lo mismo.
El abismo del silencio que guarda entre el hueco de sus manos.
La salvaje ciudad con sus perros que permanecen en las sombras.
La mirada honda de los asesinos que se visten de héroes en la televisión.
No cambia su vida por la dulce sonrisa del pordiosero,
ni por los dados echados al azar por la mano de Dios.
III
En sus viajes blande su espada de latón contra la neblina,
su imaginaria Nothung.
Conquista ciudades extrañas, recorre tierras temibles.
Perdida tiene la batalla, lo sabe. Por eso decide retrasar el regreso.
Belerofonte miserable vagabundo del recuerdo.
Su desgracia recorre su cuerpo,
la dúctil carne tiembla tras las manecillas lentas que cortan el tiempo.
Se abraza jinete sin gloria al caballo de madera.
Sin destino lucha contra las bestias.
Hay golpes en la vida, tan fuertes, dice Vallejo.
Hay golpes que perduran, que resecan el ojo,
lo hacen vidrio, piedra sin luz.
IV
Casi canta, mejor dicho, canta, su delgada voz simula el andar descalzo de los gatos,
Su ronroneo relamido de cicatrices, con el pulso dilatado de Cheschire, que mira a la pobre infante completamente sola, sola, que se balancea en el columpio en espera de su hermano, el pequeño Holden, que la mira como tigre cazador de inocencia tras el centeno.
VI
En su inocencia el amor es un beso que golpea la noche
Un céntimo de salvaje rebeldía.
Su mano acaricia al verdugo que corta deliberadamente su cuello.
Ama con el gesto noble de una puta.
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