Seattle Grace Hospital
Pedro Luis Hernández
Lo envidiable de los cirujanos
es su agolpada billetera
donde nunca les falta bisturí.
Saben lo que es ser residente
en la tierra y en el fuego.
Reflexionan sobre sus monstruos
mientras se dirigen a cardiología.
Lo envidiable de los cirujanos
es que abren cuerpos y sostienen corazones.
Se esconden en los pasillos
para ser infieles sin engañar a nadie,
para dejar correr a los augurios que también,
ocultos en las sombras, se despabilan.
Lo envidiable de los cirujanos
es que están atentos a cada tejido,
tienen miradas de águila real,
amor blanco y ciego,
como si en verdad la textura
de un moribundo fuese lo más importante.
Al llegar a casa se desparraman en sus lujos
y siguen pensando en las texturas del paciente en turno,
en la canción elegida para cerrar el capitulo.
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