viernes, 20 de marzo de 2009

domingo, 8 de marzo de 2009

Guerrero el rostro del dolor

Carlos F. Ortiz
para los na savi asesinados

El silencio de la lluvia, el dolor, las miradas, el olor de la muerte. Callada palabra, fría la sangre, la exigencia del descanso, de la verdad laberíntica, la verdad disimulada del odio, el miedo, el río de rostros sin nombres, los rostros que se hacen lágrimas, la batalla de todos, la oración que se hace humo, incienso que acaricia el cuerpo que nombra la esperanza. Hay sangre que no coagula, no se seca en el suelo, se hace suspiro, palabra de todos, de hombres y mujeres que se hacen flor, agua de manantial pura, sagrada carne de la tierra, vigilantes sagrados en la oscuridad. Las manos maniatadas, la boca seca, una sonrisa apagada que simula la ceguera de la sospecha, ese rostros, esa tanta sangre derramada, desangrado el cuerpo, humar de constante agonía, de tanto dolor el silencio, no el olvido. Nunca el olvido. La esperanza que nos permite subir, mirar a lo alto, el cielo, las nubes, la lluvia de nombres. A veces la historia pierde el rumbo y la dirección, de súbito desaparece entre la maraña de voces, de ecos, pero la sangre queda ahí, y nos salva, nos salvamos del olvido. La sangre sabe lo que hemos dejado en la oscuridad, la sangre despierta a nuestro lado, nos guía la sangre por nuestro pasado, nuestro porvenir. Somos sangre que nos alimenta como líquida leche de estrellas, de memoria. La sangre es Dios que nos observa, nos mira, nos juzga. La sangre es palabra, el discurso de los muertos, los desaparecidos, es una criatura que desciende despacio entre la niebla, mortaja también. La sangre es sangre. Una bala no detiene la sangre, el luto no para la sangre, la noticia en los periódicos no es toda la sangre, las desplegados no hace que la sangre coagule en la hierva, la marchas, las protestas no son toda la sangre, es parte de ella, pero no es el mismo sangrar, porque la sangre sabe mucho, demasiado, casi nada. La sangre tiene rostro de niño, de mujer de hombre, de hambre, de amor, de polvo. Hay sangre que arde, que quema aún en el frío de la noche. La sangre sonríe a veces, es una sonrisa que nos acerca, nos da esperanza, nos limpia el alma. Sangrar nos hace iguales, democráticos, perros celestes, marihuna del monte. A veces la sangre pide justicia, igualdad, y la sangre es vertida al suelo, humillada. Y de ahí la sangre se hace más sangre, abrasa en un suspiro el cuerpo, se hace luz, día, nacimiento de agua, ojo de lluvia, y nos mira, y nos habla quedito de su dolor, y nos cura, nos protege, nos llena de fe, nos hace sangre.
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