jueves, 29 de octubre de 2009

Anatomía de una hoja

Carlos F. Ortiz


“Cansado de que el viento me sacudiera con iracundia
de que se enseñoreara sobre mi
decidí una madrugada
soltar deliberadamente una de mis hojas.”

Enrique González Rojo


Abajo nada, el color suave del silencio
Una mínima gota indiferente
La vértebra del mundo,
El vuelo descendiente
De una hoja que baila luz tu mano
Blanca línea eterna de viento de volverse hoja.

Es el dibujo desorbitado de la corteza
La caliente y suave voz de la muerte
Bajo el árbol

La hoja se hace pequeña a la distancia.

La hoja es distancia.

Es una forma de mirar en calma la tormenta
Los huesos sembrados en el patio
La canción repetida para bailar el hastío
El festín delicado de las horas:
Transparencia esparcida a la sombra de las ramas.

La hoja si se contempla bien,
Es una hoja que cae.
No puede ser más que una hoja.
No es el pensamiento de Dios.
Ni la muerte de la palabra.
Es una mortal hoja.
Pálida hoja marchita.

La hoja es el deseo de los cuerpos.
La infinita caricia del amor sobre el mundo.
Un dulce coño esperando la embestida.
La mariguana sembrada en el cuerpo dulce de la doncella.
La última hora del verdugo.
Un corazón de sexoservidora
Que amaga a sus compañeras con una pistola
Salomé dormida en el sofá de casa.

Es tan frágil la hoja
Como la tristeza,
La memoria delgada del deseo.

Entera como ala desprendida del pájaro
Vibra sable al viento
Niebla fina de cristal corta
Y desprende la noche.

Hubo una hoja en el árbol.
Hubo hormigas habitando la hoja.
Batallas de sangre y hiel sobre la hoja.
Mariposas aleteando inquietas la muerte.
Hubo hoja en el árbol.

No hubo.
Ni polvo, ni piel,
La creación del tiempo
La fuga celeste y el silencio.

Hubo inaprensibles recuerdos bajo la sombra.
Incurable deseo del desierto.
La seca hoja de boca tibia.
El moho de lo sagrado que es un cuerpo.
La calidez de la mañana.

Es distinto ver la espalda del mundo
Desde una posición incomoda
Que verla desde la perspectiva
De una hoja que cae
Como saeta cortando el aire.

Era una hoja de árbol
Un árbol agarrado a una hoja en vértigo
Abatida pendiente del miedo
Inalterable su destino
Sin culpa y perdón.

La casa a lo lejos se ve sola
El perro pequeño ladra
Una hoja se precipita al vacio.

No es árbol de hoja
Fábula de nube insomne
Agua de viento
Gota que arde
Sonido roto.

¿Qué sujeta la hoja al viento?
¿Qué signo interroga su caída?

Es la contradicción del sonido su silencio
Siniestro estruendo de la nada.


Un día a tal hora ocurre que una hoja cae
Sutil como son los minutos del reloj
El lenguaje de las locomotoras
El errante y ausente adiós de los abejorros
Así es la hoja que en pequeños remolinos
Danza a navajazos al aire.
No hay público,
Sin embargo el espectáculo continúa
No se vive del aplauso
No alimenta el alma derrotada
Ni la alegoría de la muerte.

Sería inútil detener la caída
Parar de golpe el deseo del tiempo
Como si el vacío fuera cosa de unos cuantos metros.

Un árbol sin hojas es un árbol que rejuvenece
Una hoja que cae permite el nacimiento
La tristeza de otoño
El recuerdo de una vieja escoba cepillando el patio
Y la espalda encorvada de la abuela.

Ahí zigzaguendo con la frescura marchita
Barca de Caronte fina de viento
La hoja rasura sorda la tarde.

No adorna los caballos del día
Ni ruboriza a los amantes del parque
Ni angelical luce
Lágrima arropada de muerte.

Sin decir rayo parte en dos el instante que fue.
Simula el vuelo de ave
De mariposa apenas,
De lengua cercenada por un tibio beso,
Como lluvia de infancia
Aroma fresco como decir boca.

Lento en su permanencia ágora la luna inversa
Se trasmuta en acción ya no en imagen
Simulación de la espesura quemada en su andar de abstracto recuerdo
No sabe de lo esférico de la palabra
Ignora la teoría, y lo que cae al vacio es la tarde
La demencia distante, las pequeñas gotas de roció
Dientes atisbando la corteza de la muerte.

Concebida se dice no tiene motivos
No hay nada sólido que permita el débil recuerdo
La música de arpa que nos lleva por los fríos pasillos de la médula.

Aleteo que permite a la distancia el caos
Ojo del mundo a punto de la vigilia
Hoja que disimula el sueño
Lo etéreo sostenido en sus minúsculas partes
En que gravita sobre la nada,
Entre el vacío que es su andar de hoja.

Estremece la memoria su recuerdo,
Para olvidar se remueve en oleadas,
En caricias que son nubes,
Que son las manos lastimadas de la tarde.

Se llama hoja, y es nombrada por el viento.
Hoja no termina de comprender que volver
Es siempre una forma de abandonar el espacio.
Que su herencia apacigua la funesta consecuencia del destino.
La incorruptible voluntad que hace añicos todo deseo.

Indecible la prueba de la rendición
Si del golpeteo tu nombre se hace polvo.

Impronunciable numerar la fragilidad
Contar lo fugitivo de tu presencia.

La caída es reposo instantáneo
Quietud inocente donde acaba el silencio.

Hablar de lo que cae
Lo que se rompe
Se desvanece
Es hablar del mundo
De la tibieza que abre la noche
Incertidumbre de las circunstancias
Sombra de hoja que dibuja el infinito.

Tensa se columpia
Arrulla el cielo
La mirada que desnuda su derrota.

Ostia regresa al cuerpo tierra y polvo
Palabra única anunciada por la brisa
La luz que da oscuridad hostil
Al espíritu del insomnio.

entre perros



La literatura del narco

(o a qué hora se fue todo a la chingada)
Carlos. F. Ortiz.


A qué hora o en qué momento se puede hablar ya de una novela del narcotráfico en México?, es una pregunta que me lanzó hace algunos días Federico Vite en un conocido centro recreativo y cultural de Chilpancingo: Las Coronitas. Era una pregunta, me imaginaba, no tan difícil de contestar. Desde que se escribe sobre el narco –le dije–, desde que la violencia, las atmósferas y el lenguaje del narcotráfico ha sido retomados por los escritores, especialmente por los escritores del norte. Le nombré algunos autores, como Élmer Mendoza, Eduardo Antonio Parra, José Rodríguez, Alejandro Páez Varela, Luis Humberto Crosthwaite, entre otros.
Sin embargo, Vite insistía que sí, que se ha tomado el narcotráfico como un tema común, pero que no hay una novela en la que se dé cuenta de un motivo que no sea el manido recurso moralino del hambre, por el que un país está como México.
¿Existe esa novela? ¿Cuál es y quién la escribió? Claro, hay acercamientos, pero no hay una explicación literaria de ese fenómeno. Bueno, hay nombres de autores y de libros, sí. Pero cómo y por qué no se han clavado sólo a ese aspecto. Claro, lo emocionante del narco es sólo matar, no el motivo. Los escritores aún no han escrito sobre la problemática central; lo han hecho desde una estética de la violencia, con su propio lenguaje, y que desde un punto estricto ha renovado el lenguaje narrativo del país, tanto que se habla ya de una narrativa del norte.
Después de algunas Victorias oscuras y frías, por supuesto, no llegamos a una conclusión tan clara. Vite insistía aún que no se ha escrito ese libro, que los escritores nos han quedado a deber.
Sin embargo, se me vinieron a la mente algunos títulos: Balas de plata, A wevo padrino, Al otro lado, Tiempo de alacranes, entre otras que han llenado los estantes; y algunas se han convertido de pronto en best sellers, por decirlo de algún modo.
Esto fue hace una semana, aún no tenía en mis manos el libro de Alejandro Almazán, Entre perros, que compre el domingo en la librería Educal de Chilpancingo. Ya había leído algunos comentarios sobre el libro, donde Alejandro aborda el tema del narcotráfico, la violencia, la amistad, la corrupción, la venganza, el deseo, la droga; todo esto para arrojarnos a los brazos de la realidad que afrontamos a diario en nuestro país.
Alejandro nos sumerge a un mundo terrible… mejor dicho, nos acerca al precipicio donde vamos cayendo desde las cumbres más escarpadas al reino del narco; nos acerca y nos deja asomarnos para ver y dar cuenta de cuánta mierda hay ahí. Nos deja sin aliento.
Me preguntaba Federico, cuándo se fue a la mierda todo, cuándo el narco y la violencia nos rebasaron, a qué hora despertamos y nos dimos cuenta que las calles, la ciudad, ya no eran de nosotros. No lo sé. Y no creo que en el libro Entre perros, de Almazán, nos aclare esas dudas. Pero sí nos describe cómo fue que pasó todo eso; cómo desde pueblos lejanos empezaron a nacer estos personajes; cómo se dan y se entretejen las relaciones del narcotráfico con el poder político y religioso; cómo fue que todo esto empezó a valer madre, y empezamos involucrarnos con una cultura que se encuentra viva y que nos exige demasiado.
Almazán nos presenta un libro de ficción; sin embargo, es una ficción que nos ha alcanzado, y que por momentos parece tan real. Es como si en algún momento estuviéramos leyendo una nota roja de algún diario.
Tal vez, después de leer Entre perros, aún no le pueda contestar a Vite, ni le pueda decir que ya está aquí en su puesto de revista m’ijo, el libro que está esperando; sin embargo, lo que sí le podría decir es que el libro de Alejandro nos aproxima y nos seduce por su construcción narrativa, poética y el manejo del habla popular; la estructura y la creación de personajes que reflejan la condición humana.
Aquí, para contestar un poco a Federico, Almazán no toma al narco como el tema principal del libro, o mejor dicho, de las novelas que se han escrito teniendo como escenario la violencia del narco, sino que es el narcotráfico, como una situación social que vivimos en el país, el que en algún momento ha envuelto a la literatura, así como ha tomado el periodismo, la plática de café, o el chisme en cola de las tortillas. Por ello no trata de explicar el porqué de su existencia, sino que pone a los personajes en esas circunstancias, y es ahí donde ellos tienen que moverse y actuar.



domingo, 11 de octubre de 2009

Entre sueños


El insecto al despertar se encontró con la desagradable sorpresa convertido en Gregorio Samsa. Cerró los ojos con la intención de regresar de nuevo al sueño, al abrirlos vio a un enorme dinosaurio, horrorizado le mentó la madre a Morfeo. De un salto salió de la cama, buscó su ropa, los pantalones, la camisa y su sobaquera. Frente al espejo se dio cuenta que llevaba varios días sin pasar la Guillet por su rostro, revisó el parche de su ojo izquierdo, en el suelo una lata de Pepsi. Héctor Belascoaran se repetía frente a la ventana que era un día como los de siempre en ésta maldita ciudad. Encendió un Delicado sin filtro mientras pateaba la lata bajo la cama, al golpearla se dio cuenta que él no era Belascoaran, y que aún no había despertado de su pinche sueño.
Ella le contó de un hombre que se perdía entre las calles o laberintos de una ciudad europea, en los tiempos de la Primera Guerra. Ella le dijo que él llegaba a una casa, ahí encontraba a un hombre que era él o su abuelo, o él llegaba siendo su abuelo entre laberintos y se encontraba con él mismo en otro espacio y tiempo; eso se lo contó una vez ella. ¿Quién era ella? No recordaba su nombre. Hoy recostado aún en su cama duda que alguien le hubiera contado todo eso, más bien pensaba todo fue un sueño.
Él soñó que era una mariposa o la mariposa soñaba que era él, no recordaba bien, pero él soñaba algo parecido. Harry Haller no era bueno para eso de los sueños, es más él no recordaba haber soñado nunca.
Lo que sí recordaba era haber entrado a la habitación de su compañero Hercules Poirot, o Mike Hammer, y lo veía ahí con su gabardina londinense algo gastada, estaba acompañado de un tipo regordete algo simpático, Watson le decía, se encontraban fumando opio. Cuando se acercó le apuntó con una Colt y jaló del gatillo, el impacto de la bala hizo que cerrara los ojo y volviera a dormir.
Al abrir los ojos contempló a su alrededor, en el pisó estaba su carnet de identificación que alzó para poder leerlo, con asombro leyó su nombre Bernard Marx, él recordaba llamarse Wiston Smith, con sobresalto se dirigió al espejo, antes de llegar vio un cuadro colgado en unas de la paredes que no había visto antes, en el se vio a un joven, con una belleza asombrosa, la obra estaba firmada por un tal Basilio…cerró los ojos y al abrirlos se dio cuenta de que seguía aun dormido… y en su sueño levantaba una fotografía del suelo o soñaba que levantaba la foto y en la foto había un hombre que lo soñaba levantando una foto…
Despertó, esta vez si tenía la certeza de estar despierto, Ursula se encontraba recostada a su lado, en un intento de tocarla cayó al piso, prácticamente adormilado se dispuso a levantarse, cuando vio en el fondo de la cama una lata vacía, al extender su brazo para alcanzarla descubrió que contaba con un sin fin de minúsculas patitas, cuándo escuchó el golpeteo de su madre sobre la puerta, que le repetía que se le estaba haciendo tarde para llegar a su trabajo, tenía ganas de responderle pero sólo le salieron unos extraños sonidos que lo hicieron despertar.
Al despertar extendió sus alas y se dispuso a volar.

Los Caminos del fracaso no son como yo pensaba




Carlos F. Ortiz

El fracaso es una forma de revelación, el perdedor es un aventurero inconforme que busca de laguna manera ganar algo, sigue su impulso, lo que le fue negado, tiene deseo de llegar a un lugar imposible, sin importarle el precio, sin importar que se pueda destruir así mismo, empero a intentado llegar más alto, intenta tocar la gloria, sus sueños, y desde ahí esperar el tan ansiado derrumbe, la caída. El perdedor desde este punto de vista es un marginal, y prefiere esa vida que pertenecer al grupo de seres conformistas. El perdedor se mueve por calles llenas de melancolía, es un melancólico, no es feliz, es trágico, es una persona profunda, con sus tribulaciones.
En la novela Alguien tiene que perder, nos encontramos con dos relatos largos, donde la derrota es una constante, en el primer texto La senda de David, cada uno de los personajes se encuentra condenado al fracaso, desde el escritor irredento, hasta el periodistas con deseos de escritor, nadie se salva todos están condenados. Gándara nos cuenta la historia de un hombre común, un ingeniero industrial, quien después de leer el Quijote decide darle un giro a su gris vida y convertirse en escritor, en la búsqueda de una mejor vida llena de lujos y riquezas. El personaje decide cambiarse el nombre por uno de escritor, David Reynoso, Ícaro que sucumbe en sus pretensiones por querer alcanzar algo más de lo que puede y caerá derrotado en su intento.
Novelita circular que nos lleva por el mundo de un hombre que tiene el deseo de ser un escritor famoso y reconocido, una mujer, la esposa, que anhela que su marido alcance la fama, para poder pagar la colegiatura de sus hijas, y vivir más holgadamente, el de un joven académico que pretende ser escritor, un grupo de intelectuales que manejan la mafia cultural de Monterrey, un escritor que se dedica a dar talleres con la firme idea de que escribir no sirve para nada, una novela mediocre que por los azares de la vida y la censura llega a ser un bet seller, el triunfo que esconde detrás de si lo más oscuro de cada ser humano. El triunfo que es una forma de la derrota, del fracaso, una manera de perderlo todo.
Desde la sencillez de su narración, hasta la brevedad, novela contada, narrada con una fluidez sin falsas pretensiones decorativas, con una claridad que incita al escritor. César Gándara nos guía por los derroteros de un pretenciosos escritor, que intenta alcanzar el triunfo, la felicidad, sin darse cuenta que eso mismo que busca lo orilla hacía el otro extremo, el lado trágico del mundo, el lado oscuro. Al final de la novela David Reynoso, en un como diario, donde va escribiendo pequeñas anotaciones para ser un buen escritor, y el mismo Gándara (el escritor) nos revela lo que podríamos llamar El manual del oficio del escritor, o Apuntes para ser un buen escritor, cito:
Para escribir hay que hacerlo sobre temas que uno conozca, domine, ya que nadie puede hablar de mundos que desconoce…
La escritura también es un grito de auxilio, es una pregunta es…
En literatura el amor es el principio que lo mueve todo. El amor es el motor que impulsa…
La senda de David
es una novela de la derrota, pero también es una novela sobre como ser un escritor, es una novela que nos cuenta sobre la novela y sobre el mundo de los novelistas, es una historia llena e humor, es una tragedia de un hombre, es algo que sucedió en un lugar de la mancha urbana.
Por su parte en Como pez en el agua, César Gándara nos descubre un mundo lleno de aflicciones, la vida de inmigrantes, que buscan un mejor futuro, son también una suerte de fracasados, de Featones conduciendo carrozas de fuego. Desde una narrativa fragmentaria descubrimos la mirada de varios inmigrantes, que le van dando unidad a la novela. Eusebio, un regordete venezolano, que busca que su jefe le arregle sus papeles para poder trabajar, Jimena, que a pesar de ser española se encuentra también fuera de lugar como una extranjera en su propia tierra, desposeída del amor, Chico un mexicano sin muchas pretensiones más que la aventura que tiene que escapar también de Barcelona al compromiso, un árabe Ahmed y su sórdida historia de delincuencia en el mundo del contrabando. Cada uno de los personajes a pesar de que buscan un mejor modo vida se descubren sin más caminos que la soledad, el fracaso, la violencia, son seres indeseado, mal vistos, delincuentes, y son tratados como tal. Al final nos demuestra Gándara que alguien en esta vida siempre tiene que perder. Pero dentro de estos dos mundos narrativos llenos de de amarguras César Gándara nos puede sacar una leve sonrisa, y nos acerca a los personajes de sus novelas, nos conduce por los pequeños triunfos, el amor, el odio, y la inevitable derrota.

miércoles, 7 de octubre de 2009

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